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Hubo unos años en el que los humanos idealizaron los robots: El cine y la televisión se inundaron de estas figuras que encarnaban a la par los sentimientos más viles y más hermosos del ser humano. Había para todos los gustos: para aquellos que este tipo de seres convivirían en paz y armonía con nosotros, facilitándonos la vida, y para aquellos que consideraban a esta especie como una amenaza para la raza humana. Hoy, en pleno siglo XXI, los robots empiezan a tomar protagonismo real en nuestra sociedad. Si es cierto que los de aspecto humanoide son los más escasos, también lo es que estas máquinas de ingeniería han ido colonizando industrias en pos de una mayor productividad. Uno de los principales ejemplos es la industria del automóvil. En España, según datos de la Asociación Española de Robótica y Automatización de Tecnologías de la Producción, ya trabajan más de 34.000 robots, lo que sitúa a nuestro país en el undécimo puesto en tasa de robotización. Esta progresiva inclusión de inteligencia artificial en nuestro mercado laboral alcanzará su punto álgido en 2030, cuando se prevé que el 34% de los empleos podría desaparecer por causa de la automatización. En todo el mundo, la cifra alcanza los 75 millones de puestos, de acuerdo con el Foro Económico Mundial. Y ya no solo hablaríamos de la automatización de tareas rutinarias sino también de la destreza en la resolución de problemas y de situaciones en tiempo real. Estas previsiones han hecho saltar todas las alarmas, sobre todo, en un sector de la población que carece de la formación suficiente y que puede quedarse al margen de esta redefinición del mercado laboral. Pero más allá de la literatura que hiperboliza una sociedad robotizada, la realidad no dice que estamos ante un cambio de paradigma, en el que la colaboración máquina-humano será la clave, pues se aboga por que las personas y los robots trabajen en equipo. En esta cuarta revolución industrial que se avecina, el robot asumirá el trabajo cognitivo, eliminando de nuestra rutina diaria las tareas mentalmente estresantes y repetitivas mientras que el trabajo humano será más versátil y creativo. Surge así un nuevo ente, el de ‘cobot’ (contracción de la palabra collaborative y robot) que, a diferencia de los robots tradicionales, han sido creados para trabajar junto con sus colegas humanos y funcionar como una mano extra, que se mueve en el área de producción. Con esta nueva visión, el horizonte se pinta más optimista. Y es que a pesar de que las instituciones de todo el mundo estén buscando fórmulas jurídicas con las que regular esta nueva identidad, el hecho es que estamos ante entes no conscientes, que sólo son lo que deseamos que sean, y que hacen lo que el humano les programa que hagan. Un robot es básicamente una potente herramienta para crear una vida mejor y menos mecánica. La prueba la tenemos en nuestros hogares o ¿es o no inteligencia aprovechar la tecnología para hacer nuestra casa más eficiente y sostenible en cuanto al uso de la energía?